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Anàlisi :: sexualitats
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Magia Sexual: Cositas sobre la iglesia y la
liberación de la mujer |
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per Rafael Gonzalo Jiménez |
07 mar 2006 09:46:37 |
De occulta
philosophia
XXVIII. - Magia sexual |
Vamos a entender aquí por magia
sexual la ascesis que algunos se impusieron para obtener
éxtasis o poderes cósmicos, aunque incluyamos la obtenida
mediante orgías; pues en muchos filósofos de lo oculto
encontramos recomendaciones de castidad tan severas como las
de los Padres de la Iglesia. Abramelín el Mago, por ejemplo,
tolera a sus discípulos la "obligación matrimonial" con el fin
de tener hijos, pero no el coito como placer. El médico
ocultista Adrien Péladan hijo afirma que el "polo cerebral y
genital" dependen de la misma energía vital, y por tanto la
castidad beneficia al cerebro. La retención de las secreciones
es un estimulante creador que está en todas las obras maestras
de la literatura mística, y la castidad fue exigencia también
de la magia blanca o teurgia; pues la sexualidad dirigida se
convierte en medio de acción al servicio del espíritu, en
lugar de dejarla como impulso ciego del instinto. En Grecia la
encráteia (continencia) fue un valor raramente apreciado,
salvo en los órficos y pitonisas, que debían ser vírgenes para
poder recibir los oráculos. (Sin embargo éstos no eran más que
fraudes de los sacerdotes del templo, y si perdían la
virginidad sería a cargo de ellos). El Occidente cristiano ha
hecho de la continencia una virtud moral, pero es bien sabido
que no todo clérigo la cumple.
La castidad de los
místicos cristianos y de algunos gnósticos se fundaba en el
horror de la carne, vista y juzgada como tentación, aunque San
Agustín, nada casto en su juventud, afirmara que el cuerpo
humano es un vaso de impurezas, concebido en la cloaca del
vientre materno. La mujer parecía particularmente impura
debido a su ciclo menstrual, flujo misterioso cuya
periodicidad se comparaba a las órbitas de la Luna, por lo que
los médicos lo llamaban "purgaciones lunares", o "flores
rojas" del sexo femenino: mas a pesar de estas metáforas se
tenía por suciedad, consecuencia del pecado original. Y ya
hemos visto cómo E. C. Agrippa recoge numerosas supersticiones
al respecto, teniendo al flujo menstrual por tan venenoso que
"la ceniza de los trapos donde ha habido sangre de ésa hace
cambiar el color el púrpura y quita el color a las flores".
La teoría de las poluciones, establecida por casuistas
como Liguori, consideraba igualmente venenoso e impuro el
ciclo espermático del varón, dividiendo las poluciones en
nocturnas y diurnas, involuntarias y voluntarias,
distinguiendo también la destilación (emisión uretral) de los
movimientos desordenados (semierección del pene). Complacerse
en la destilación y en los movimientos desordenados era pecar
tan mortalmente como con el onanismo. Por otra parte el
cristianismo ha elaborado un catálogo tan estricto de placeres
culpables, que los monjes necesitaban oración, ayuno,
autoflagelación, cilicio, rechazo de malos pensamientos, leer
vidas de santos, meditar sobre las penas infernales,
abstenerse del vino y carnes calientes y evitar la compañía de
mujeres si querían ser castos. Pero es bien sabido que durante
toda la edad media tampoco lo fueron, pues fue de dominio
público los embarazos y abortos de las monjas, a cargo de sus
confesores; y durante muchísimo más tiempo fueron numerosos
también los hijos de padres desconocidos, por haberlo sido
clérigos.
En teoría existe sin embargo un erotismo
esotérico cristiano, toda la magia sexual occidental proviene
de él, y los ocultistas se adhirieron a sus creencias, aunque
corrigieron ciertos datos referentes a misterios paganos. Y
este erotismo animó tanto a la continencia como a la
incontinencia, pues si los encratitas (secta fundada por
Taciano en el 172 d. C. ) por ejemplo se desprendían de lo
material hasta el punto de considerar al matrimonio invención
diabólica, los mesalianos del siglo IV, con Adelfo y Lampecio
a la cabeza, se permitieron toda clase de desórdenes sexuales,
a condición de alcanzar previamente la apatheia
(insensibilidad), al cabo de tres años de ascesis. El
mesaliano pasaba por tanto su tiempo rezando, pero no creía
que pecaba haciendo el amor apathos, sin sentir placer, como
Adán y Eva antes del pecado.
Por otra parte existe
cierta magia natural en el amor, pues el deseo incluye
fenómenos del magnetismo animal, la mirada y caricias provocan
hechizo, y la posesión y orgasmo son formas de éxtasis; la
separación pone en juego la telepatía, y exalta en los amantes
posibilidades mediúmnicas. Como consecuencia la magia sexual
occidental es resultado de 1)la mística erótica, que continúa
la tradición de las religiones primitivas que rindieron culto
al falo, y 2)la mística cristiana, que glorifica al alma en
detrimento del cuerpo, y reprime los impulsos sensuales.
Teólogos y médicos elaboraron pues, entre la edad
media y el siglo XVII, una concepción del acto sexual que
sirvió de base a la filosofía oculta.
Todos afirmaban
que el fin del acto sexual es la procreación; el orgasmo sólo
cebo. El matrimonio servía para satisfacer de manera decente
el placer sexual, aunque dando incluso consejos para "hacer
bien" ese deber conyugal. No me detengo, por ejemplo, en los
consejos que al respecto da el cirujano Paré, pues incluían
incluso las pócimas que la mujer debía usar para compensar con
anterioridad cualquier prisa del hombre inexperto o poco
complaciente.
Y dado que la procreación era el
objetivo capital del matrimonio cristiano, se tenían en cuenta
los medios de hacerla efectiva. Tampoco resumo lo que dice el
profesor Pietro Pomponazzi al respecto, pero ya en el 1488
afirmaba que una pareja puede predeterminar el sexo: si
quieren varón, pensar en un niño; si hembra, pensar en niña.
En forma alguna estos pensamientos surtirían sus efectos, como
tampoco la eugenesia que recomendaba Jean Liébault: unirse
solamente el día y hora que les indique un astrólogo, a fin de
estar seguros de concebir bajo astro favorable. O la de
Laurent Joubertara tener hijo sano, relaciones al alba,
después de un buen sueño.
Entonces se creía que la
fecundación provenía de la mezcla del semen femenino
(elaborado en testículos internos) y el masculino. Por eso
Germain Courtain, profesor de cirugía en París, pensaba que la
masturbación femenina "expulsaba esperma por los cuernos
dentro de la matriz". Mientras Lazare Rivière, decano de la
facultad de medicina de Montpellier, recetaba contra la
frigidez "ungir la matriz con aceite de hormigas voladoras"; o
tragarse, con un poco de vino, "un opiata que contuviera ámbar
gris, hormigas voladoras, corteza de naranja confitada con
miel, y raíz de satirión".
Jean Liébault prescribía
contra la impotencia beber leche de mujer o de oveja, y comer
lengua de ganso, testículos de zorro, y verga de toro
disecada, pulverizada y mezclada con un huevo, y punta de cola
de lagarto. O, al menos, sazonar las comidas con sal de
lagarto, entendiendo por tal sal seca obtenida de cabeza vacía
de lagarto quitada en verano, rellena de sal, y guardada a la
sombra hasta que esté seca. Contra el apetito sexual: semillas
de jaramago con vino; o jugo de jaramago seco. Contra excesivo
deseo sexual: lavarse el dedo gordo del pie derecho con agua.
Si se sufre de eyaculación precoz: cuatro onzas de leche de
oveja, y dos dracmas de pelo de liebre quemado, finamente
pulverizado, mezclado y tomado por la noche y por la mañana
antes de comer. Para devolver deseo a esposos que se odian:
masticar granos de culeba, con medio grano de almizcle o de
ámbar. Para la fidelidad conyugal: quemar cabellos de la
esposa obtenidos al peinarse, mezclar ese polvo con grasa de
macho cabrío y hiel de gallina, y ungirse con esa pomada.
Como ya entonces las mujeres embarazadas tenían
"antojos", que dejaban huellas en el embrión o feto si no se
cumplían, a estas últimas Laurent Joubert, médico de la reina
Margarita de Navarra, recomendaba "ponerse la mano en el c*l*,
para que la marca del embrión o feto quedase oculta". Pero al
marido que resista las ganas de una parturienta le saldrá un
orzuelo en un párpado.
Los cuidados dedicados a las
parturientas incluían procedimientos mágicos y médicos:
sentarlas sobre un caldero retirado hacía poco del fuego;
poner el gorro o sombrero del marido sobre el vientre de la
mujer. Para evitar que entre aire en la matriziel de cordero
negro, desollado vivo en verano, y aplicada caliente sobre el
vientre y riñones de la mujer. Contra arrugas de vientre:
ungüento hecho con una libra de caracoles rojos, picados con
romero, y puestos en un cacharro que se enterrará en estiércol
de caballo durante 40 días.
No se aceptaba el aborto,
aunque Aristóteles lo permitió con tal de que "el alma no
estuviera aún presente en el cuerpo del feto". En estos
tiempos, sin embargo, los varones recibíamos el alma a los 40
días de concebidos, y las hembras a los 50, porque el varón es
más caluroso y de mayor vigor. Sin embargo parece ser que
Germain Courtin homologó ya la adquisición del alma en varones
y hembras a los 45 días, y autorizó el aborto antes.
La histeria era llamada "sofoco de la matriz",
atribuido a la hinchazón del útero al ser empujado hacia
arriba por movimientos convulsivos, efecto de la retención del
menstruo, o de la corrupción del semen. Por eso la curaban
acostando a la enferma de espaldas, desatándola las ropas,
gritándole su nombre al oído, y tirando de los pelos del
pubis.
Incluso en medicina era reprobada la libertad
sexual de las mujeres, porque producía infertilidad. La
sensualidad demasiado ardiente se imputaba al furor uterino,
que se disminuía llevando la mujer constantemente una hoja de
plomo perforada sobre los riñones, e inyectando en la vagina
suero o cicuta. Mas si era joven se prescribía más bien un
marido vigoroso, y se la aliviaba hasta tanto con masajes
íntimos: hechos por comadrona hábil en sus "partes pudendas".
O frotándola la matriz mientras se bañaba con agua tibia.
Contra la suspensión de la regla: fumigaciones internas de
perfumes, con "tubo largo que llegue al cuello de la matriz".
La moequialogía fue una rama de la literatura
cristiana dedicada a la discusión de las transgresiones del
sexto y noveno mandamiento. Las diez clases de lujuria eran:
fornicación, adulterio, incesto, estupro (depravación de
virgen), rapto (seducción por rapto), sacrilegio, polución
voluntaria, sodomía, bestialidad y exceso de "deber conyugal".
Había siete grados de lujuria, incesto y sacrilegio si
sacerdote o clérigo, y adulterio y sacrilegio si monja. Entre
los excesos del débito conyugal, cinco pecados veniales (coito
por placer en días festivos), y el resto mortalesensar en
otros durante el acto conyugal, posturas contra natura, etc.
Los primeros teóricos del erotismo diabólico fueron
los inquisidores alemanes, españoles, italianos y franceses:
Jacob Sprenger, Paulo Grillando, Giovanni Anania, Henry
Boguet, Martín del Río, Pierre de Lancre, etc. Y sus
discípulos activos fueron los brujos a los que tenían que
juzgar. La mayoría de los brujos eran campesinos que no sabían
leer ni escribir, y las brujas analfabetas a veces muy
jóvenes. Lancre dice por eso que brujos y brujas se
instruyeron con los procesos inquisitoriales, que los dividían
en íncubos (demonios disfrazados de hombre) o súcubos
(demonios femeninos que extraían semen humano) canónicos.
La gran persecución de brujas y brujos se inició en la
Alta Alemania a consecuencia de la bula Summis desiderantes
effectibus de Inocencio VIII, en 1584, cuando la Reforma y
guerras de la Liga hicieron temer la descristianización del
campo. Antes se quemaba a nobles e intelectuales acusados de
heréticos, no a pastores, labriegos o mendigos. La sentencia
de París de 1282, que hizo jurisprudencia, condenó a tres
mujeres acusadas de brujería a ser enviadas solamente al
obispo de París, para que fuesen exorcizadas. Pero cuando se
temió que el cisma de los hugonotes llevase a la irreligión de
la población rural, la represión se concentró en la gente del
pueblo, sobre todo la campesina, si bien el terror de la
Inquisición fue defensivo más que ofensivo.
Y el
pueblo fue cómplice de esta persecución, porque los procesos
inquisitoriales partían de denuncias, que eran muy frecuentes.
Tras indicios suficientes el acusado comparecía ante el juez,
y si negaba los hechos se decretaba que un hechizo lo obligaba
a callar, por lo que se le rapaba la cabeza y pubis para
obligarlo a hablar; si persistía en no decir nada, se le
conducía a la cámara de tortura, y le aplicaban suplicios como
la prueba del hierro al rojo, o el estiramiento de los
miembros con poleas. La Iglesia católica al menos sigue
recordando a los mártires de las catacumbas romanos, con
olvido total de sus crímenes, pues el tormento inhumano
terminaba en el fuego, con personas totalmente conscientes, y
los insultos colectivos de la multitud, tras escarnio oficial.
Aunque hubo castigos menores, como látigos, la picota, el
destierro o cadena perpetua. Pero en estos procesos no sólo se
persiguió la brujería, sino si había existido también sodomía:
abrazos del demonio, cuando ni existen siquiera, y un abrazo
no es sodomía, pues se exige para haberla "penetración". Sólo
brujas italianas aceptaron esta irreal sodomía, probablemente
por preferir ser quemadas, antes que seguir en los calabozos
de la Inquisición.
Y estas condenas se practicaban a
pesar de saber muy bien los Inquisidores que los demonios no
tienen sexo, pero creyendo que sí tomaban el de algún difunto,
o se confeccionaban cuerpo a base de aire denso. Íncubos eran
precisamente los demonios disfrazados de hombres, y se
aceptaba como brujería yacer con íncubo sin saberlo la mujer.
Es así como campesinas histéricas confesaron que
durante el acto sexual experimentaban enfriamiento de las vías
genitales, y la Santa y Sabia Madre Iglesia sabía por
prescripción canónica que era por semen de íncubo, incluso
tras aceptación voluntaria de la mujer, pues canónicamente
1)"cuando la bruja no sabe que es un demonio, y cree tener
relación con un hombre, el íncubo le inyecta semen caliente",
y 2)"cuando no ignora quién es, el íncubo expulsa semen
imaginario y frío". Sabia de nuevo la Iglesia, pues dice
canónicamente que lo imaginario es frío.
Los relatos
de brujería inquisitorial superan todo relato pornográfico
actual, como el de Jean Hervillier, de 50 años, quemada en
abril de 1579, porque había aojado ganado, y a un hombre que
contrajo lumbago crónico. Pero lo históricamente importante es
su confesión inquisitorial: "A la edad de doce años su madre
la ofreció al diablo, en forma de un gran hombre negro, con
botas, espuelas, espada al costado y un caballo a la puerta; a
quien dijo la madre: aquí tenéis a mi hija como os he
prometido; y a la hija: aquí tenéis a vuestro amigo, que os
hará muy dichosa…". Confesiones redactadas por secretario
inquisitorial, no por confesión judicial de la mujer, sino por
dictado del relator-juez.
La credulidad inquisitorial,
y por tanto de la Santa Madre Iglesia de la que eran hasta
Cardenales, se acredita también por libros escritos por los
propios Inquisidores: "las brujas provocan abortos con sólo
soplar sobre las mujeres encintas, que para acudir al sabbat
tienen costumbre de encabalgarse sobre una horca, palo o
escoba, incluso sobre un toro, macho cabrío o perro, y
poniendo los pies en el llar salen volando por la chimenea…"
(Martín del Río, Inquisidor español antes citado: Les
controverses et recherches magiques, traducción del latín al
francés de André de Chesne; París, Régnaud Chaudière, 1611).
Por lo que no es de extrañar que un sabio jesuita diga también
que "en la época en que estuve en Mayence, Alemania, quemaron
en Tréveris a una bruja muy famosa que había hincado una caña
en la pared de su casa, de la que sacaba toda la leche de las
vacas de sus vecinas". Otro ejemplo: una niña de ocho años de
un pueblo de Borgoña, en junio de 1598, sufre una indigestión
y declara que se siente poseída por cinco demonios. La hacen
exorcizar… dice que se siente liberada, y revela que Françoise
Secrétein le ha dado a comer un mendrugo. Los padres de la
niña la denuncian por bruja… En el interrogatorio tiene en la
mano un rosario y farfulla padrenuestros; pero se dan cuenta
de que la cruz del rosario está algo estropeada. Indicio
concluyente de su descreimiento: el juez manda rapar y dejar
en camisa a Françoise Secrétein para mandarla al suplicio…
Confesó, castañeando los dientes de miedo, que acudía al
sabbat montada sobre un bastón blanco, que había hecho que
muriesen varias vacas tocándolas con la mano, y que el Diablo
la había conocido carnalmente cuatro o cinco veces, bien en
forma de perro, bien en forma de gato, bien en forma de
gallina. El juez no tuvo tiempo de pronunciar sentencia,
porque se suicidó antes en su celda.
Henry Boguet,
entendido en brujería: "es cosa extraña que Satanás la haya
conocido en forma de gallina; sospecho que ha querido decir
ganso…"
Los jueces civiles eran incluso peor que los
eclesiásticos. Jean Bodin, procurador del rey de León,
considerando que la muerte por fuego apenas dura una hora,
aconseja ponerles puntas entre las uñas de los pies y de las
manos.
Son curiosas también las obligadas confesiones
de algunas brujas sobre el tamaño del pene de sus demonios:
"largo y grueso", "frío como el hielo, pero largo y grueso",
"retorcido y sinuoso como una serpiente", "con escamas,
semejante a un pez", "miembro de mulo", "largo y grueso como
el brazo"… coincidiendo todas en que "hiere, por lo que
regresan ensangrentadas del sabbat".
También
preocupaban los filtros y hechizos para los excesos de amor,
que consistían en manjares y brebajes con los que los brujos
habían mezclado 1)menstruo femenino, si se administraban a
hombres; 2)semen masculino, si a mujer. O cabellos, recortes
de uñas de la persona a la que se quería hacer amar, raíces,
yerbas, huesos de verderón o rana, sesos de gato, testículos
de lobo… todo envuelto y atado, escondido en un vestido, o
debajo de la cama de la persona a la que se pretendía
hechizar.
Los brujos actuaban también por maleficio,
con una figura de cera que bautizaban con el nombre de la
persona a la que querían hechizar. Abrasaban después el
corazón de la figura, o la ponían cerca del fuego hasta que se
licuara.
Provocar abortos era otra especialidad de las
brujas, muchas de las cuales eran comadronas o parteras. Y en
estos casos se las acusaba incluso de haber asesinado a los
neonatos antes del bautizo con un alfiler que les hundían en
el cerebro; chupándoles la sangre hasta que muriesen, o
incluso cociéndolos y comiéndoselos.
Las brujas
enfermaban con la mirada, el soplo o la palabra; y no sólo a
personas, sino al ganado, cereales, árboles, etc. Por eso se
colgaba del cuello de los niños la figura del miembro a
proteger, o se contrarrestaba la influencia brujeril con la
higa, figura de mano cerrada de ámbar, marfil o plata, con el
pulgar metido entre los dos primeros dedos.
El siglo
XVI europeo fue una centuria en la que todos temían a todos:
brujos y brujas a la Inquisición, incluso los jueces a los
brujos. Eran más temidas las brujas, y mucho más numerosas, y
se las creía insensibles. Por eso se restableció contra la
brujería la prueba del agua fría: se desnudaba del todo al
brujo o bruja; se les ataba el pie derecho con la mano
izquierda, y el izquierdo con la derecha; y sujetado con una
cuerda se les arrojaba al río; si se hundía era inocente, si
no culpable. Pero esa era la teoría, pues consta que en
Alemania y Francia fueron quemadas muchas brujas sin hundirse.
Los sabbats eran fiestas campestres en las que se
bailaba al son del oboe y flauta, y se comía en abundancia,
celebradas en lugares solitarios al anochecer. Los asistentes
solían ir enmascarados, pero no fueron los campesinos los que
llamaron así a estas fiestas, sino los inquisidores. Por eso
se solía celebrar la noche del lunes al martes, ya que Abraham
Aben Esra la había considerado la más saturniana. Pero la
mayoría de las brujas quemadas por asistir a estas fiestas lo
único que hicieron fue hacer el amor tras estar hartas de
comer y bailar, ya que los sabbats no eran más que bailes
populares clandestinos. Para cualquier clérigo de la época,
sin embargo, "las brujas iban a estas fiestas tras frotarse
todo el cuerpo con ungüento hecho con grasa de niño".
Los sabbats vascos o no existieron, o fueron fiestas
estacionales sin nada de extraordinario. Sin embargo Pierre de
Lancre los hizo famosos por hacerlos cotidianos,
multitudinarios y obscenos, pues "hasta las niñas de 13 años
saben más de sexo que las adultas". Por eso para este autor
eran aquelarres que se celebraban en el Prado del Macho
Cabrío, con centenares de brujas descendiendo de escobas, o
montadas de dos a tres en un carnero. Bajas y deformes a la
luz de las velas, mientras niños con vara blanca en mano hacen
de pastores de rebaños de sapos. Grandes calderos en los que
cuecen víboras, carne de ahorcado, corazones de recién nacidos
no bautizados. Demonios sin velas encienden hogueras, que los
asistentes atraviesan sin quemarse. Barrabam, príncipe de los
demonios, preside sentado en trono llameante con la reina del
sabbat a su lado. Barraban unas veces es macho cabrío barbudo,
otras tronco de árbol, u "hombre negro y horrendo, con seis u
ocho cuernos en la cabeza, gran cola, y rostro delante y
detrás de la cabeza". Todos lo adoran, y él los hace renunciar
a la religión, tras de lo cual les marca. Las brujas Galanta,
Martissans y Oylarchahar tienen un sapo con cuernos en el
hombro izquierdo, etc. Un sacerdote celebra misa de espaldas
al altar, sosteniéndose sobre las manos, con los pies
levantados hacia el cielo, y ofrece en la elevación una hostia
negra triangular. Bailan después hasta los cojos y lisiados, y
los viejos decrépitos son los que bailan con más ligereza.
Tras un concurso de saltos comienza la fornicación, mientras
Barraban se pasea entre los asistentes con el sexo fuera de
los calzones, mirando a las muchachas, a las que a veces
abraza. Y el sabbat terminaba con una procesión a los
cementerios de San Juan de Luz y de Siboro, porque nos estamos
refiriendo al territorio vasco francés.
Bruja,
embrujada y posesa son los tres tipos femeninos del erotismo
cristiano esotérico. La bruja se convencía, por presión de los
inquisidores, de haber tenido relaciones amorosas con demonio
íncubo. La embrujada tenía siempre sensación de ser obligada a
entregarse a un hombre, por pacto demoníaco. La posesa se
quejaba de sentirse invadida por demonios que la obligaban a
actuar y hablar contra todo decoro, pues era la que cometía
más actos obscenos, y profería más indecencias. A las brujas
las mandaban al verdugo; a embrujadas y posesas al exorcista.
Henry Boguet enumera los 22 signos por los que se
reconoce a un poseso: no soporta el olor de las rosas; un
desasosiego lo agita continuamente; habla en lenguas no
aprendidas, etc. Hubo más posesas que posesos, porque "la
enamorada es poseída por el amante que la penetra, la madre
por el feto, etc. Toda mística poseída por demonio cumple las
exigencias del erotismo femenino, y los posesos son
homosexuales o bisexuales afeminados.
El abate Louis
Gaufridi, 1611 d. C. , vio a Lucifer "vestido de buen señor",
y a partir de ese momento inflamaba de amor a todas las
mujeres que deseaba, con sólo su aliento; la madre de
Magdeleine no permitió poseerla, pero sopló a la madre, y
poseyó inmediatamente a madre e hija; completó su
embrujamiento dando a Magdeleine al demonio Emodes como
guardián, con el que firmó pacto de sangre. Magdeleine después
ingresó en las ursulinas, pero cuando reveló lo anterior a su
amiga Louise Capeau, ésta se sintió embrujada por Gaufredi, y
poseída por el demonio Verrine. Ningún inquisidor pudo
exorcizarlas, y los íncubos siguieron cometiendo en ellas mil
impurezas, mientras tres magos las obligaban a masturbarse.
Por fin Gombert pudo liberarlas, y Gaufridi fue quemado con
soga al cuello y antorcha en la mano, tras haber seducido
también a su hospedera Victoire de Cobier.
Magdeleine Bavent, huérfana de Ruán, ursulina
también a los 16 años, acusó a su director espiritual, Pierre
David, de adamita, por lo que todas las religiosas bailaban,
asistían al coro o salían al jardín desnudas, tocándose
mutuamente con impudicia, y cometiendo "los más horribles e
infames pecados contra la naturaleza". Comulgaban desnudas
hasta la cintura, etc. Marthurin Picard, que sucedió a David,
fue también lascivo, y abusó de cuanta madre e hijas iban a su
presbiterio; conversaba con el Diablo; embrujó también a
Magdeleine Bavent, por lo que hacía cuanto le pedía con sólo
tocarla con un dedo. Por supuesto la tocaba para poseerla
sexualmente, fabricando sortilegios con su sangre menstrual,
que ponía en el cáliz de la consagración, etc. El sacristán
fue testigo de todo, y Magdeleine siguió unida a Picard con
"ligaduras infernales", de forma que hasta veía penes en gatos
negros, que fornicaban con ella y sodomizaban a Picard. Muerto
Picard, las religiosas fueron sucesivamente poseídas por los
demonios Encitif, Leviatán, Behemond, Accarón, Dagón y otros
varios. Cada religiosa tenía su demonio, con el que hablaba,
blasfemaba, saltaba paredes y se contorsionaba en lengua
desconocida. Todos los demonios acusaron a Magdeleine de
haberlos atraído al convento, por lo que interrogada confesó
que fue al sabbat con Picard, quedó embarazada varias veces,
provocándose abortos ella misma, y comiéndose los fetos. Había
sido conducida a la impudicia vistiendo una camisa sucia de un
hombre, etc. Fue condenada a cadena perpetua en junio de 1645,
inhumándose el cadáver de Picard, para ser arrastrado por toda
la ciudad de Louviers, y arrojado a su fosa común.
Pero la posesa más extraordinaria fue Jeanne de
Belciel, sor Jeanne des Anges, superiora de las ursulinas de
Loudun. Hermosa pero con joroba, se acusó de "gran
libertinaje" y orgullo, pues quiso nombrar prior del convento
a Urbain Grandier, cura de Saint-Pierre-du-Marché, amante de
la mayoría de las mujeres de Loudun, y autor de un tratado
contra el celibato eclesiástico. Grandier rehusó, y sor Jeanne
cayó entonces en grave depresión, sufriendo alucinaciones en
las que la acariciaba Grandier, sintiéndose poseída por siete
demonios: Leviatán la incitaba al orgullo, Balaam la hacía
reír constantemente, Isacarón la empujaba a la impudicia, y
Asmodeo era el más activo. La exorcizaron, pero no fueron
capaces de expulsar sus demonios ni con lavativas de agua
bendita. Todas las religiosas se contagiaron de la superiora,
se sintieron perseguidas por Grandier, y atormentadas por los
diablos. El comisario real Laubardemont acusó a Grandier de
ser contrario al cardenal Richelieu, y el 14. 4. 1634 fue
careado con las religiosas, que reconocieron en él al hombre
que se aparecía por las noches en sus celdas, aunque jamás
había entrado en el convento. Los seis exorcistas creyeron a
las religiosas, pues la superiora dijo que tenía las marcas
del Diablo en el ano y los testículos. Desnudaron y afeitaron
a Grandier, y aunque gimió tras los pinchazos que le propinó
el cirujano Mannoury, el atestado concluyó que no sentía nada.
Se hicieron públicos los exorcismos, y Lactante hizo salir
tres demonios del cuerpo de sor Jeanne des Anges: Asmodeo,
Grésil y Aman, que le infligieron tres heridas en el pecho. El
23 de junio Grandier fue careado otra vez con sor Jeanne y
otras ocho posesas, y como negó de nuevo los pactos demoníacos
de que era acusado, las nueve religiosas, presas de furia, se
desgarraron los vestidos, mostraron sus pechos, adoptaron
posturas obscenas, le arrojaron los zapatos a la cabeza, y
quisieron despedazarlo. Grandier fue condenado a muerte el 18.
8. 1634, y ejecutado el mismo día. No confesó ni cuando le
rompieron las piernas. Laubardemont pidió que le arrancasen
también las uñas, y murió perdonando a las ursulinas. Fueron
los exorcistas quienes encendieron la hoguera en la que fue
quemado vivo, y un mes después Lactance, uno de los seis
exorcistas, murió preso de una crisis de locura, en la que
gritaba no ser responsable de la suerte de Grandier. Al año
siguiente se volvió loco también el padre Tranquille, otro
exorcista. Igual suerte corrió el cirujano Mannouri, que
agonizó delirando a causa de congestión cerebral. A los cinco
meses de muerto Grandier sor Jeanne se declaró embarazada, un
médico constató el embarazo por ausencia de la regla,
náusesas, hinchazón del vientre, e incluso secreción mamaria
de leche. Este embarazo desapareció con vómito de sangre tras
el oportuno exorcismo, pues al parecer fue timpanitis
abdominal (parálisis de las fibras musculares del intestino).
Los recoletos y capuchinos que la exorcizaron perdieron la
razón. El 20. 12. 1934 se encargó de exorcizarla el padre
Jean-Joseph Surin, de 34 años, endeble, angustiado y propenso
a jaquecas. Sor Jeanne sentía "tentaciones infames" cuando se
le acercaba el exorcista, que intentó expulsar primero a
Isacarón, el demonio que la imbuía obsesiones sexuales,
atándola a una mesa. Las sesiones de exorcismo duraban hasta
tres horas, durante las que la superiora aullaba como "bestia
infernal". Pero Isararón, en vez de irse de la posesa, atacó
al padre Surin, que la noche del 19 de enero sintió retorcerse
alrededor de su cuerpo una serpiente invisible que lo cubrió
de mordeduras. Desde entonces pasó más de un año luchando
contra sus propias obsesiones sexuales, con náuseas,
opresiones y reacciones psicosomáticas. En cuanto se ponía a
exorcizar a sor Jeanne caía al suelo revolcándose y gritando,
o se quedaba paralizado, incapaz de pronunciar una sola
palabra, mientras ella seguía recibiendo visitas en su celda,
siendo apareada sin cesar. Por fin Iscarón salió del cuerpo de
sor Jeanne durante exorcismo público ante el duque de Orleans,
hermano del rey. Se apaciguó la religiosa, pero el demonio
entró en el padre Surin, que cayó a tierra con convulsiones;
los otros exorcistas le conjuraron, y el demonio volvió al
cuerpo de la superiora. El padre Surin confesó que poseía dos
almas, ambas obsesionadas, que le producían alegría y furor.
Desesperado por no poder exorcizar a sor Jeanne hizo que la
abofetearan unos pobres, que la azotara la cocinera, y que se
colorara desnuda ante él para disciplinarse ella misma. Los
superiores de Surin intentaron apartarle entonces del caso,
pero sor Jeanne, para retenerlo, dijo que Balaam abandonaría
su cuerpo el 5. 11. 1635. Luego fue Leviatán el que la marcaba
y borraba cruces sangrientas en la frente. Isacarón la
abandonó en enero de 1636, barbotando blasfemias, y dejando
impresa la palabra María en la mano izquierda de la religiosa,
que es por donde salió.
Recuerden que este padre Surin
fue el más grande teórico de la posesión en Francia, pues
después de liberar a sor Jeanne des Anges de Behemoth, último
demonio que la poseía, regresó a Burdeos el 15. 10. 1637,
siempre obsesionado con Iscarón, y teniendo veleidades de
suicidio durante ocho años. Relegado a Saint-Macaire, se
arrojó un día por la ventana de un tercer piso, y se partió el
cuello del fémur. Tuvo visiones, como ver las palabras Amor
puro escritas en el cielo. Sufrió ataques de afasia, parálisis
histérica, y estuvo varios años postrado en cama sin moverse,
ni comer siquiera. Recogido en Saintes por su colega Claude
Bastide dictó, a partir del 1651, su Catéchisme spirituel, los
Dialogues spirituels y el relato de sus sufrimientos.
Sor Jeanne murió en olor de santidad, tras una
enfermedad en la que la administraron la extremaunción, por
considerarla moribunda, pero de la que se curó al día
siguiente; y su camisón pasó por hacer milagros en todas las
embarazadas. Ana de Austria, al noveno mes de embarazo, pidió
que se lo prestasen, se vistió con él en Saint-Germain, y unas
horas después dio a luz a Luis XIV. Como bajo su reinado, el
de Luis XIV, se inventaron las misas negras, dicen que no es
de extrañar que naciera de quien vistió el camisón de una
posesa que envió a un inocente a la hoguera, y volvió loco a
varios exorcistas. Sor Jeanne des Anges murió en 1665, y su
cabeza fue guardada en un relicario por las ursulinas de
Loudun, para poder ser expuesta a veneración pública.
La misa negra fue el principio un episodio del sabbat,
su final como hemos visto, pero después se separó para
convertirse en ceremonia muy diferente.
El sabbat fue
fiesta campesina, mítica, más soñada que vivida; la misa negra
real, aristocrática, a puerta cerrada. Cuantos Grandes querían
conseguir algo del Diablo creyeron propiciarse su favor
ofreciéndole este espectáculo: una parodia blasfema de la
Misa, agravada con un sacrificio humano, y un uso ritual de la
desnudez femenina.
Si las misa negra hubiera existido
en el 1310, cuando tuvo lugar el proceso contra los
Templarios, habrían acusado también de este crimen a su último
Gran Maestre, Jacques de Molay, ya que lo acusaron de renegar
de Jesús y escupir en la cruz, aunque en los 132 artículos
presentados contra los Templarios no figura que fuesen brujos
o asistiesen al sabbat. Y sin embargo fueron declarados
culpables de idolatría, de adorar una cabeza llamada Bafomet,
y ceñirse con una agujeta que habían consagrado atándola a
este ídolo, de practicar sodomía para poder ser nombrados
caballeros, celebrar recepciones secretas y nocturnas, obligar
al recipendario a dar besos impuros al superior, debajo del
vientre y desnudo.
Tampoco se mencionan las misas
negras en el proceso de Gilles de Rais, en Nantes, 1440. En el
que fue acusado de herético, relapso, brujo, sodomita,
invocador de demonios, infanticida, practicante de magia,
apóstata, idólatra, apartado y mal pensante de la fe católica.
Como este Gilles, compañero de Juana de Arco, fue nada menos
que Mariscal de Francia, insisto en que fue acusado de
homosexual, alquimista, y practicar la goecia, "recitando
fórmulas dentro del círculo mágico, tras sacrificar tórtolas o
gallos"; y atrayendo demonios a base de ofrecerles "la mano,
el corazón, los ojos y la sangre de un niño que había matado".
Pero el fiscal añadía que así murieron, durante ocho años, más
de doscientos niños en sus castillos de Tiffauges y Machecoul,
con los que se había divertido en su cámara en orgías sádicas.
Distribuía limosnas en nombre del Diablo, hacía cantar oficios
los días de Todos los Santos "para honrar espíritus malditos y
condenados", etc.
El ritual de las misas negras se
inventó pues durante el reinado de Luis XIV, con la Voisin.
Catherine Montvoisin, quiromántica y astróloga, esposa de un
sombrerero, apodada la Voisin, se especializó en magia sexual,
y las mujeres la consultaban para abortar, librarse del
marido, o conquistar amantes. Se dice que el verdugo de París
la proporcionaba grasa de ahorcados, y utilizaba toda clase de
embrujamientos para deshacer matrimonios. Una de sus
especialidades era "quemar la gavilla"oner incienso y alumbre
en una gavilla, prenderle fuego en hora impar, y rociarla tres
veces con vino y sal, mientras formulaba promesas. Y que
también utilizaba figuras de cera, o corazones de animales que
enterraba por donde debían pasar sus víctimas. Para que la
presidenta Leféron se enamorara de Prade "hizo una figura de
cera, escribió en sus brazos, muslos, corazón y frente, la
metió en una caja, e hizo que la presidenta Leféron pasara por
encima". Cuando la Philibert, esposa de un músico del rey,
acudió a ella porque quería asesinar a Brunet, su primer
marido, "la Voisin le pidió huevos de los que hubiera comido
Brunet, y orina suya, que metería en topo desollado, y
enterraría en el jardín: Brunet sentiría los mismos efectos
que el topo, según se fuese pudriendo". Cuando su amante
Hérault se casó sin su consentimiento, echó "algo rojo en el
umbral de la puerta, lo que hizo que Hérault se sintiera mal".
Provocaba abortos dando a las embarazadas infusiones de sabina
(especie de enebro), y los embarazos avanzados los confiaba a
Lesage, "que sabía hacer abortar mediante perfumes", o a
Lepère, que "poseía jeringa especial". Los fetos eran
incinerados en un horno secreto, y un día que estaba bebida
confesó haber quemado más de 2. 500 fetos. Preparaba también
venenos con sapos, a los que atiborraba con cardenillo o
arsénico; la espuma que les salía por la boca le servía para
envenenar camisas, pañuelos, guantes y lavativas que vendía.
La Voisin y sus compañeras son las brujas más
auténticas del reinado de Luis XIV, y lo más curioso es que
dicen que sacaban sus métodos de De occulta philosophia, el
erudito libro de E. C. Agrippa que he comentado en la primera
parte.
Debemos subrayar que todas estas "diablesas"
tenían sacerdotes como cómplices, pues el abate Dubousquet era
quien enseñaba a la Voisin a hacer hechizos a base "corazones
de oro"; y la Joly elaboraba los suyos asistida por el abate
Lempérier. El capuchino Gérard poseía "pequeños secretos
azules, como los del juego, amor y armas"; el padre Morel,
barnabita, fabricaba polvos afrodisíacos con entrañas,
testículos y barbillas de gallos, etc.
Su principal
acólito fue el abate Antoine Guibourg, apodado el señor Prior,
quien practicaba la magia negra para cuantos querían ganar en
juegos (mediante la pistola volante, moneda que regresaba al
bolsillo de su dueño o dueña tras haberla gastado en compras).
Un jugador le encargó tres misas sobre un trozo de soga de
ahorcado; y consagró una hostia cubierta de palabras escritas
con la sangre de una dama, a la que se la entregó para que la
diera a comer al hombre con el que quería casarse. También
decía misas poniendo sobre el altar las placentas de una
parturienta, sabía fabricar la ránula (veneno que producía
muerte riendo), etc.
Se ha dicho que este abate
Guibourg fue uno de sus amantes, pues tuvo más de ocho; pero
lo cierto es que el tal abate fue amante de la concubina
Jeanne Chanfrain, con la que tuvo varios hijos desde la edad
de 16 años, a algunos de los que mató.
La misa negra
se celebraba sobre una mujer desnuda, cuyos brazos extendidos
sostenían un cirio encendido, y sobre la que el abate Guibourg
colocaba los objetos del culto, y debía ayudarle otra segunda
mujer. El oficio comenzaba con el canon, en el Te igitur;
entre dos consagraciones hacía conjuros a Asmodeo y Astaroh;
tras la oblación leía una invocación que expresaba el deseo de
la persona a favor de la que se celebraba el rito. Inició sus
primeras misas negras en 1660, en el sótano de la casa de un
orfebre, cerca de la puerta de Saint Bernard; pero a partir de
1673 las celebró ya en el gabinete de la Voisin, en un colchón
colocado sobre dos taburetes, flanqueado por candeleros: "la
dama se tendía desnuda sobre el colchón, con la cabeza
colgando, apoyada en una almohada sobre una silla vuelta al
revés, con las piernas colgando, un lienzo sobre el vientre, y
encima del lienzo, en el sitio del estómago, una cruz; el
cáliz en el del vientre". Entre las mujeres que se prestaron
desnudas para las misas negras está la duquesa de Vivonne (que
esperaba conseguir así que muriera Colbert y regresara
Foucquet), la comedianta Dupin (que pretendía que nombraran a
su compañía teatral compañía del rey), la condesa de Argenton,
o madame de Saint Pont; poco después el abate Guibourg se vio
tan desbordado, que tuvieron que decir misas negras también
otros muchos colegas.
Como la mujer sobre la que se
decía la misa negra estaba boca arriba, es natural que algunos
celebrantes no pudieran resistir tentaciones sexuales. Y así
el abete Gilles Davot confiesa que besaba sus "partes
pudendas", y Gérard decía misa sobre la hija de un comerciante
a la que había pervertido. Las damas aficionadas a misas
negras que temían condenarse si se decían sobre ellas buscaban
quienes las substituyeran. Pero estas misas originaron también
simples orgías, en las que se recurría incluso al infanticidio
para aumentar su eficacia. Antes de la invocación se
sacrificaba a un niño, se recogía su sangre en el cáliz, y se
reservaban sus vísceras. Guibourg solía utilizar a recién
nacidos, que eran ofrecidos al diablo por sus propias madres.
La duquesa de Vivonne, embarazada de tres meses y medio,
abortó en casa de la Voisin, y entregó el feto al Diablo, para
obtener la muerte de Colbert. Todo París se alarmó en 1776
ante la desaparición inexplicable de niños, y en el sótano de
un tabernero se dijeron misas negras durante nueve días sobre
el vientre de dos mujeres desnudas: la Ridelle, esposa de un
ayuda de cámara del rey, y la Napolitaine; la tabernera
reconoció que habían sacrificado niños, e incluso que habían
llevado el cadáver de un ahorcado.
La duquesa de
Montespan, para convertirse en favorita de Luis XIV, fue
clienta de la Voisin durante seis años, vendiéndole los polvos
de amor que había de beber el rey. Y unos conjurados que
querían asesinar al rey lograron que Guibourg les fabricara y
santificara un hechizo con sangre de niño degollado, polvo de
sangre de murciélago y harina. Cuando el rey se interesó por
Mme. de Fontanges la Montaspan presionó a la Voisin para que
eliminara a su rival mediante cinco misas negras; las dos
primeras se celebraron sobre mujer que contrató la Montaspan,
degollándose a un niño comprado a una mendiga por un escudo,
pero la tercera misa fue ya celebrada sobre la Montaspan,
degollándose a otro niño; las dos misas siguientes fueron
celebradas sobre el vientre de la Voisin.
Cuando la
justicia, constituida en Cámara ardiente, se hizo cargo de
estos ritos fueron detenidas 319 personas, de las que 180
fueron sometidas a juicio: La Voisin fue quemada en la plaza
de Grève el 22. 2. 1680, y condenados a muerte varios
clérigos, entre ellos Joseph Cotton, Barthélemy Lameignan y
Tournet, este último acusado de decir misa sobre jóvenes de 14
años, que encima "conocía carnalmente" durante el rito
diabólico. Por supuesto los infanticidios se justificaban con
el Antiguo Testamento, y la práctica de los judíos. Las misas
negras del siglo XVIII se celebraron ya sin crímenes.
La creencia en íncubos y súcubos fue culta, pues fue
Santo Tomás de Aquino quien dijo que los demonios extraen
semen a los hombres adoptando forma de súcubos, y se servían
de las mujeres en forma de íncubos. El mismo diablo gozaba a
los dos sexos, aunque cambiando de apariencia. Se dice que
Pablo III perdonó a Magdalena de la Cruz, abadesa en Córdoba,
porque la poseyó un demonio, en forma de moro negro, desde sus
12 a 45 años; pero el sacerdote Benedetto Berna tuvo menos
suerte, pues fue quemado por copular desde hacía cuarenta años
con el súcubo Hermoine. Como íncubos y súcubos podían adoptar
formas de animales, fueron quemadas en Toulouse y París dos
mujeres a las que "había cubierto un perro".
Las
discusiones sobre si estos demonios podían tener descendencia
humana fueron incluso imperiales (Segismundo de Austria, por
ejemplo), y se llegó a la conclusión de que "de íncubo y mujer
podía existir descendencia, pero el padre no era el demonio,
sino el hombre al que el íncubo había extraido el semen". De
ahí que, si una mujer daba a luz un hijo que se parecía al
vecino, podía haber sido inseminada con su semen, por obra del
íncubo; que podían embarazar también a vírgenes. Se cuestionó
también si los súcubos podían quedar embarazados de hombres, y
del Río sostiene que sí, pues son los padres de los niños
llamados cambrones: los que secan a tres o cuatro nodrizas,
pesan mucho, y desaparecen a los pocos años. Lutero, en
Coloquios, precisa que el hijo de un súcubo no vive más de
siete años.
El abate Nicolas Montfaucon de Villars, en
su Le Comte de Gabilis, narra estas revelaciones de un
rosacruz: "hay que renunciar al comercio carnal con mujeres,
no por castidad, sino para reservarse para amantes invisibles
que pertenecen a los pueblos del fuego, del agua, del aire y
la tierra…".
Las uniones amorosas con la docta Sofía,
más venerada por la escuela de Böhme que la Vírgen María,
fueron también muy numerosas. Se hablaba con ella "sin
palabras ni vibraciones de aire". Raadt se enamoró de ella,
por lo que se impuso "circuncisión espiritual" con su esposa,
a fin de merecerla. En torno a Gichtel se formó la Sociedad de
los Treinta, todos enamorados de Sofía y beneficiarios de sus
favores. Sofía, esposa inmaterial, era polígama, a condición
de que fueran iniciados.
A partir del Renacimiento se
inició un movimiento purificador que rechazaba identificar el
sexo con el mal, y la mujer no fue ya para esta escuela
criatura de perdición, sino portadora de luz incomparable.
Nuestro amigo E. C. Agrippa difundió esta corriente en su De
nobilitate et praecellentia foemini sexus (Sobre la nobleza y
preeminencia del sexo femenino, 1529), demostrando que la
mujer es superior al hombre, por descender "de Eva", que
traduce por vida. Guillaume Postel vino a crear el feminismo
moderno, en su Très merveilleuses victoires des femmes du
Nouveau monde, con su célebre frase: "el hombre es el espíritu
de la mujer, y la mujer es el alma del hombre". Se santificó
ya el placer sexual sin fines de procreación, con base en la
Kabbala y Swedenborg, que admitió que el soltero tuviera
amantes, siempre que no fueran vírgenes ni esposas de otro;
desaconsejando el celibato y la poligamia. Si un hombre se ha
casado varias veces vuelve a encontrar a todas sus esposas
tras la muerte, igual que la mujer que haya tenido varios
maridos.
En el siglo XIX este afán por justificar el
sexo provocó erotomanías religiosas, con San José anunciando
el "reino del Amor", o la Obra de la Misericordia preparando
el reino del Espíritu Santo. Las mecenas de esta Obra se unían
con sus miembros místicamente, para regenerar al mundo. Como
algunos de estos miembros estaban casados, sus místicas
mecenas se acostaban en cama adjunta, hasta formar a veces
"septenas" que simbolizaban los siete dones del Espíritu
Santo. Lo malo es que muchos de estos miembros fueron
condenados por cobrar a quienes querían saber el nombre de su
ángel custodio, aunque eran substituidos por abates que se
masturbaban en público, o en parejas, sin que tampoco
desdeñaran sexo con prostitutas. El abate Meréchal, uno de
éstos, escribió El evangelio eterno, instituyó en Lyon el
Carmelo de Elías, y fue considerado un santo incomprendido.
Desde luego vestía túnica púrpura.
En la misma época
el abate Joseph Boullan conoció a la hermana Adèle Chevalier,
religiosa curada milagrosamente, en comunicación constante con
la Santísima Virgen. Fundaron la Obra de la separación de las
almas, para redimir pecados y curar "enfermedades diabólicas",
pero atraían posesos dándoles a beber la orina de ambos. Este
Joseph Boullan instituyó también el Marisíaco del Carmelo,
cuya primera "sacerdotisa de María" fue la vidente Julie
Thibault. La unión sexual con espíritus superiores era "unión
de sabiduiría", y con inferiores "de caridad". Dos seres
iguales en contacto sexual era "dúo de vida". Julie Thibault
era atormentada aún por íncubos hasta tener embarazos
nerviosos, pero Stanislas de Guaita descubrió que era porque
el abate Boullan "metía el 1 en el 0: el falo en el cteis".
Desde mediados del siglo XIX la filosofía oculta ha
recibido influencias del yoga tántrico y del taoísmo,
revalorizándose la hiorogamia, unión sagrada en la que el
hombre y la mujer se consideran sacerdote y sacerdotisa, y
buscan en el apareamiento el más grande placer. El yoga
tántrico se basa en el maithuma, acto sexual que es a la vez
meditación, respiración rítmica y fusión con el universo;
identificación con Krishna y Radha. El yogui, al copular,
pretende alcanzar "el estado de lo innato" o "la alegría de la
anihilación del yo", para lo que debe separarse de la mujer
sin haber eyaculado. En Chima los taoístas pensaban también
que el coito perjudica a la salud ("un solo coito acorta la
vida un año"), aunque se jactaban de utilizarlo para
fortalecerse, pues la continencia es contranatural. El cuerpo
humano está dividido en tres campos de cinabrio (droga de la
inmortalidad), siendo el inferior el vientre, donde se
encuentra la Esencia, el semen (tsing). Cuando el coito se
efectúa con 81 movimientos, número del yang, es perfecto.
Algunos prescriben penetrar a la mujer nueve veces
superficialmente, y una vez profundamente. Hay que retener
también la eyaculación, y el que sea capaz de practicar varias
docenas de coitos en un solo día, sin emitir semen, curará
todas las enfermedades y tendrá larga vida. La eyaculación se
halla regulada en el Su-niu-king: "a los 20 años, una emisión
cada cuatro días; a los 30, cada ocho; a los 40, cada
dieciséis; a los 50, cada veinte; a los 60 ya no se debe
emitir semen".
Los monjes taoístas practican por eso
sexo "para que el semen restablezca el cerebro"y adquirir así
la inmortalidad, que consiste en coger el pene, apretarlo
entre dos dedos de la mano izquierda, exhalar largamente el
aliento por la boca, y rechinar después los dientes varias
docenas de veces. Suen-Ngen mandaba celebrar orgías tras tres
días de ayuno.
Sin embargo las técnicas sexuales
hindúes y chinas no establecen igualdad en la pareja, pues la
mujer es instrumento del hombre. Para el yoga tántrico la
mejor compañera es la de casta inferior, y cuanto más viciosa
y fea sea más se transformará en diosa. En el tantrismo la
feminidad es indispensable para la perfección, pero la mujer
no. Pero los monjes taoístas eligen mujeres menores de 30
años, que cambian después de cada excitación. Lieuking dice:
"cuando se cambia varias veces de mujer, la ventaja aumenta:
cambiar varias veces de mujer en una noche es la suprema
excelencia".
El iniciador moderno de la magia roja
(magia sexual inspirada en el tantrismo) fue el médico
americano Pascal Beverley Randolph (1825-1875), creador de la
"Eulis Brotherwood", que pretendía la "explotación práctica de
la fuerza mágica sexual"; el coito es una oración entre dos
que sólo puede hacerse bien si la mujer es moralmente
superior, si los cuerpos están muy limpios, si se conserva el
misterio de la intimidad de la pareja, etc. Antes es necesario
adquirir dominio de sí mediante ejercicios de volancia (fuerza
pasiva y fría que obedece al intelecto y está exenta de
pasión), de decretismo (capacidad de impartir órdenes), y de
posismo (estudio ante el espejo, cinco minutos al día, de una
postura especial del cuerpo, correspondiente a un estado
mental determinado: cólera, bondad, etc. ). Con colores,
perfumes astrológicos y melodías se aumenta también la
intensidad del psiquismo.
Las operaciones de magia
sexual se realizan mediante cambio de talismanes y estatuillas
para hechizar; producciones de influjo magnético; realización
de proyectos concretos; determinación del sexo del feto;
refinamiento de los sentidos; regeneración de la energía
vital, o provocación de visiones. Debe tenerse en cuenta la
posición de la luna, pues 1)en su fase creciente favorece a la
mujer, 2)cuando decrece el favorecido es el hombre. Según
Randolph, no más de dos coitos por semana. Una pareja que
utilice su sexualidad para tener éxito en un proyecto se
obligará en él durante 48 días. Durante los 7 primeros la
mujer no entrará en la habitación del hombre; después
practicarán coito cada tres días. Es necesario que coincidan
el espasmo masculino y el orgasmo femenino. En el hombre el
sexo es positivo y la cabeza negativa; en la mujer lo
contrario. Por eso el hombre fecunda físicamente a la mujer, y
la mujer espiritualmente al hombre. María de Naglowska fundó
en 1932 la Hermandad de la flecha de oro en París, para
preparar el Reino de la Madre, que sucedería al del Padre y
del Hijo establecido por la era cristiana. Formaba
"sacerdotisas del amor", aptas para la fecundación moral de
los hombres. Pretendía neutralizar el mal oponiéndole actos
sexuales religiosos, ejecutados bajo la dirección de
prostitutas sagradas, comparables a las hieródulas de Biblos.
A comienzos del siglo XX Aleister Crowley se propuso
combinar las magias negra y roja, mediante Gnosis, yoga
tántrico y sufismo. Se identificó con un "santo de Satanás", y
se autodenominó the Great Wild Beast (la Gran Bestia Salvaje),
en alusión al 666 del Apocalipsis. Convertido en Frater
Perdurabo se enteró de que había sido sacerdote tebano,
Ankh-n-Khonsu, durante la XXVI dinastía; el caballero báltico
Heinrich von Dorne en el siglo XII; el papa Alejandro VI; el
padre Iván, monje de los Balcanes, etc. Más tarde utilizó dos
habitaciones para orgías, pero las llamó templos blanco y
negro. Tras entrar en contacto con Aïfas, se proclamó jefe del
Astrum Argentinum, movimiento esotérico que cree que cada
hombre es una estrella. En 1909, buscando revelaciones del
Espíritu del mal en el desierto argelino en compañía de Víctor
Neuburg, fueron encontrados medio muertos en el oasis de
El-Golea. Casado con su "segunda Mujer escarlata", Leila
Waddel, que tenía visiones bajo efectos del anhalonium,
derivado del peyote, fundó The Equinox, en la que publicó su
diario mágico. Por esta época se afeitó el cráneo, conservando
en la parte delantera un "mechón fálico", el falo de Osiris.
En Nueva York daba a sus visitantes "el beso de la serpiente",
en Sicilia dijo "misas gnósticas", pero en realidad se
entregaba a todo exceso de drogas, mística inversa y sexo.
Georges Gurdjieff (1877-1949), mago ruso, invocó
también el sexo como liberación, y en su Instituto parisino al
faquir, monje y yogui añadió el hombre astuto, con trabajos
para sí, para el prójimo y para la escuela. La máquina humana,
movida por siete centros, funciona con doce hidrógenos
diversos. La sexualidad es el más poderoso, pero no hay que
abusar.
Sus discípulos hicieron una demostración de
danzas sagradas en 1923, y en sus Récits de Belzébuth à son
petit-fils (1956) el universo, compuesto de vibraciones, está
sometido a la Ley de Triamazikamno (ley de tres), y a la de
Heptaparaparshinockli (ley de siete). El ser humano está
inacabado, tiene varios yoes que le dominan por turnos.
Conserva las huellas del "órgano Kundabuffeer", que suscita el
"espectro de impulsos naunolosnianos". El genio malo
Lentrohamsanine perturba al mundo (universo), pero es
combatido por el santísimo Ashyata Sheyimash, al que deben
encomendarse los iniciados; la cofradía Hishyvori, que
permitirá a los "seres tricerebrales del Tetratocosmos" salir
del "círculo de confusión de las lenguas", y evitar las
fantasías de los ángeles imprevisores Alguemarthant y
Helkguematuis. La iniciación se hará por "legamonismo",
transmisión directa de la verdad.
Julius Evola
(1898-1974), último gran teórico de la magia sexual, se
inspira también en el gnosticismo y tantrismo. Para él el ser
humano se encuentra enteramente definido por su sexo, y
combatió el feminismo vulgar, que defiende que la mujer sea
varón antes que hembra. |
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